lunes, 21 de noviembre de 2016

La Hija Maldita

LA HIJA MALDITA


Cuenta una leyenda que en el  año de 1828, en el barrio de San Pablo de la Ciudad de México, en el antiguo barrio de Tenochtitlan conocido con el nombre de Teopan, Lugar de Dios, se forjó una leyenda que aún las abuelas cuentan a sus espantados nietos.
En esta época, pasada ya la guerra de Independencia, vivía en una casa colonial una viuda con su hija de diecisiete años. Vivían las dos solas, pues el marido de doña Catalina había muerto de unas fiebres que los doctores nunca pudieron curar ni determinar a qué se debían. Al morir don Pancracio había dejado una buena fortuna a su familia, razón por la cual las mujeres se encontraban en buena situación económica.
La madre cumplía todos los caprichos de Delia, la hija, le compraba vestidos, zapatos, tápalos y chucherías para que adornara su arreglo personal. En una ocasión la chica vio en el Portal de Mercaderes un hermoso collar de rubíes, y como se acercaba la fiesta de su cumpleaños, deseó tenerlo para lucirlo ante su familia y amigos que acudirían a felicitarla. Así pues, acudió presurosa a la recámara de su madre, en la que se encontraba rezando, y le contó lo hermoso que era el collar y lo bien que le quedaría con su nuevo vestido rojo de satín. Al oírla doña Catalina le respondió que lo que pedía era exagerado. Por un lado el collar costaba demasiado dinero, y por otro, le dijo que era muy joven para llevar joyas de esa categoría. Delia armó un soberano berrinche: lloró, suplicó, se tiró al suelo y juró matarse si la madre no le cumplía el capricho. Pero Catalina se mostró inflexible y se negó rotundamente a comprarle el collar deseado. Al verse frustrada en sus deseos, Delia, se levantó del suelo donde se hallaba llorando, y le propinó dos fuertes cachetas a su madre que la hicieron sangrar y caer al suelo. Sentida y furiosa, doña Catalina le dijo a su hija: -¡Por estos golpes que me has dado, yo te maldigo, y lo pagarás con el primer hijo que tengas!
Pasaron dos años, hija y madre nunca más se volvieron a dirigir la palabra. Delia se casó y se fue a vivir a una gran casa que se encontraba en el mismo barrio de San Pablo. Un año después de su matrimonio, dio a luz a su primer hijo, pero ¡Oh, desgracia! El hijo era un monstruo. En el periódico El Iris, con fecha 3 de junio de 1828, se pudo leer la siguiente noticia. …en el barrio de San Pablo, una mujer parió a un monstruo de figura de marrano, liso y sin pelo, de color tostado, cabeza grande, redonda, cerdas en la frente, boca grande rasgada, dos dientes, nariz chata, orejas de mono, rabo corto, los pies con pezuñas, la mano ferecha con cinco dedos y la izquierda con cuatro, su tamaño regular de marranillo… ¡La maldición materna se había cumplido!




miércoles, 16 de noviembre de 2016





Aoandaon

Aoandaon es un demonio muy poderoso que forma parte de la mitología japonesa, no es extraño que en dicho país se le tema porque su poder principal está en las pesadillas y también en los mitos de terror. Este demonio tiende a poseer un cuerpo pequeño en dimensión, pero su piel es de color azul y lo más importante de su apariencia es la lámpara azul que lleva para todas partes. Hay un juego en la historia de Japón, donde se lo invocaba a este espíritu maligno entre 100 personas para que haga realidad sus cuentos de terror.
El modo de invocación que tiene este demonio es muy particular. Se tienen que juntar el mínimo de 100 personas en un recinto y cada uno de ellos tener una vela en sus manos. Luego se colocan todas las velan juntas en un andón de papel color azul, ya que este detalle hace que cambie por completo la apariencia de la habitación. Después tendrán que contar de forma ordenada una historia de terror cada una de las personas que allí se encuentran. Por otro lado, pueden alternar si desean contar una experiencia paranormal que hayan vivido, un mito, una leyenda o simplemente un cuento inventado. A medida que terminan de contar su historia tienen que ir para apagar una de las velas que se han reunido.
Finalmente, al terminar todas las historias de terror habrán también apagado la última de las velas y se encontrarán todos en plena oscuridad. En dicho momento, si es que han hecho bien los pasos se tendría que aparecer el demonio Aoandaon y podría en ese entonces hacer realidad los relatos tenebrosos que se han contado durante la noche. La invocación de este Yokai que es también el más peligroso de todos, durante el siglo XVI se había puesto de moda y tenía como nombre: Los 100 terrores.
EL CARRAO

El  "Carrao" era un hombre que no conocía el miedo y sentía placer desafiando el peligro; amigo de las noches oscuras y extraordinario jinete, ningún caballo había logrado quitárselo de los lomos por muy bravo que fuera, como nunca un toro bravo había logrado tocarlo con sus cuernos. El Carrao era feliz andando en plenas tormentas nocturnas, no le importaba que su caballo fuera salvaje era tanta la confianza que se tenía que sabía que nunca se caería de un caballo, pues sus piernas habían nacido para domar caballos fieros.

Su inseparable compañero y amigo era su polo opuesto, un hombre aplomado, juicioso y talentoso en todos sus aspectos.
Una tarde, cuando el sol palidecía y la noche comenzaba a imponer su color sobre la llanura, se advertía en el horizonte cercano una horrible tempestad que hacía pensar que la noche iba a ser tormentosa, se fue al mangón y amarró el caballo que estaba trochando, lo trajo al corral, lo ensilló y le pegó la margalla, cagalerióla soga y montándose en el brioso caballo se despidió de Mayalito. Abrió la puerta de trancas del corral y en medio de candelosos rayos se fue alejando en la oscuridad de la sabana, esta vez... para nunca regresar.

Al ver que su amigo y compañero no regresó, se dio la tarea de buscarlo en todas las noches oscuras por los distintos rumbos de las comunales sabanas, especialmente por las partes que sabía que al  Carrao  le gustaba frecuentar.

Fueron muchas las noches que se buscoa al Carrao  escuchando solo la respuesta producida por el eco de su voz. Una noche, mientras acortaba una travesía en medio de una tormenta de rayos, a la luz de un relámpago vió que algo brillo a los pies de su caballo, se acerco e inspeccionó el objeto, se sorprendió cuando lo identificó pues se trataba de las zapatas del freno metálico del apero de "Carrao", las alzó y las llevó consigo.

Desde entonces puso énfasis en la búsqueda de su compañero, pensó que algo le había ocurrido y que no estaría muy lejos de allí; continuó su tarea noche tras noche, hasta que tampoco regresó nunca más al hogar, se lo tragó la sabana junto con Carrao. Su compañero se convirtió en un ave que vuela en las noches oscuras produciendo un canto: Carraoooo, carraooo.

A esta ave se le conoce en el llano con el nombre de Carrao...